martes, 3 de junio de 2008

domingo, 4 de mayo de 2008

historias




I: El Obá ( Rey) Xangô

Obá es la palabra yoruba que designa al Rey. Obá es también uno de los epítetos del Orixá Xangô (no confundir con Obá, el Orixá) que es una de las esposas de Xangô. Según la mitología, Xangô habría sido el cuarto rey de la ciudad de Oyó, que fue el más poderoso de los imperios yorubas. Después de su muerte fue divinizado, como era común con los grandes reyes y héroes de aquel tiempo y lugar, y su culto pasó a ser el más importante de su ciudad, a punto de que el rey de Oyó, a partir de ahí, es el primer sacerdote.

No existen registros históricos de la vida de Xangô en la tierra, pues el pueblo africano tradicional no conocía la escritura, mas el conocimiento del pasado puede ser buscado en los mitos, transmitidos oralmente de generación en generación.

Así, la mitología nos cuenta la historia de Xangó que comienza con el surgimiento de los pueblos yorubas y su primera capital, Ilé Ifé, habla de la fundación de Oyó y narra los momentos cruciales de la vida de Xangô:

“En un tiempo muy antiguo, en Africa hubo un guerrero llamado oduduwá que venía de una ciudad del este y que invadió con su ejército la capital de un pueblo entonces llamado Ifé. Cuando Oduduwá se tornó su gobernante, esa ciudad fue llamada Ilé Ifé.Oduduwá tuvo un hijo llamado Acambi, y Acambi tuvo siete hijoz, y sus hijoz o nietos fueron reyes de ciudades importantes. La primera hija le dio un nieto que gobernó Egbá, la segunda fue la madre de Alaketo.

El rey de Keto, el tercer hijo fue coronado rey de la ciudad de Benin, el cuarto fue Orunga, que llegó a ser rey de Ifé, el quinto hijo fue soberano de Xabes, el sexto, rey de Popos y el séptimo fue Oranián, que fue rey de la ciudad de Oyó, más tarde gobernada por Xangô.

Esos príncipes gobernaban las ciudades que más tarde fueron conocidas como los reinos que forman la tierra de los yorubas, y todos pagaban tributos y homenajes a Oduduwa. Cuando Oduduwa murió, los príncipes hicieron la repartición de sus dominios, y Acambi quedó como regente del reino de Oduduwa hasta su muerte, aunque nunca haya sido coronado rey.

Con la muerte de Acambi, fue hecho rey Oranián, el más joven de los príncipes del imperio, que se había tornado un hombre rico y poderoso.

El Obá Oranián fue un gran conquistador y consolidó el poderío de su ciudad.

Un día Oranián llevó su ejército para combatir un pueblo que habitaba una región al este del imperio. Era una guerra muy difícil y el oráculo aconsejó que permaneciera acampando con su ejército en un determinado lugar por un cierto tiempo antes de continuar la guerra, pues allí él prosperaría mucho.

Así fue hecho y aquel campamento al este de Ifé se tornó una ciudad poderosa. Esa próspera población fue llamada ciudad de Oyó y vino a ser la gran capital del imperio fundado por Oduduwá.El rey de Oyó tenía el título de Alafin, que significa “El señor del palacio de Oió”.

Con la muerte de Oranián, su hijo Ajaka fue coronado tercer Alafin de Oyó.

Ajaka que tenía el sobrenombre de Dadá, por haber nacido con el cabello largo y ondulado, era un hombre pacato y sensible, con poca habilidad para la guerra y ningún tino para gobernar. Dadá-Ajaka tenía un hermano que fue criado en la tierra se los nupes, también llamados Tapas, un pueblo vecino de los Yorubas.

Era hijo de Oranián con la princesa Llamase, aunque haya quien dice que la madre de él fue Torossi, hija de Elepé, el rey de los Nupes. Ese hijo de Oranián se llamaba Xangô, y era el gran guerrero que gobernaba Kossô, pequeña ciudad localizada en las cercanías de la capital Oyó.

Xangô un día destronó a su hermano Dadá- Ajaka y lo exilió como rey de una pequeña y distante ciudad, donde usaba una pequeña corona de buzios llamada corona de Baiani.

Xangô fue así coronado el cuarto Alafin de Oyó, el Obá de la capital de todas las grandes ciudades Yorubas.

Xangô buscaba la mejor forma de gobernar y de aumentar su prestigio junto a su pueblo.

Se cuenta que para fortalecer su poder, Xangô mandó a traer de las tierras de los Baribas un compuesto mágico que acabaría con todo, siendo su perdición. El rey Xangô, que después sería conocido con el nombre de “trueno” siempre procuraba descubrir nuevas armas para conquistar nuevos territorios.

Cuando no hacía la guerra, cuidaba de su pueblo. En el Palacio recibía a todos y juzgaba sus peleas, resolviendo disputas, haciendo justicia.

Nunca se quedaba quieto. Cierto día, mandó a su esposa Iansã al reino vecino de los Baribas para traerle e”El viaje de vuelta era largo y la curiosidad de Iansã sin medida. En un cierto momento, ella probó la poción y encontró que tenía un gusto horrible.

Cuando escupió el trago, entendió el poder del poderoso líquido: Iansã escupió fuego!
Xangô quedó entusiasmadísimo con el descubrimiento.

Si él ya era el más poderoso de los hombres, imaginen ahora, que tenía la capacidad de arrojar fuego por la boca. Que enemigo resistiría? Que pueblo no se le sometería? Xangô entonces empezó a testear diferentes formas de usar el nuevo arte, pues requería precisión y pericia.

Un día, el Obá de Coso, subió a una elevación llevando la calabaza mágica, y desde allí comenzó a lanzar su asombroso fuego.

Los disparos incandescentes chamuscaban los árboles, incendiaba pastizales, fulminaba animales. El pueblo, atemorizado, llamó a eso “RAYO”. De la hornalla de la boca de Xangô, el fuego que salía provocaba las más impresionantes explosiones.

De lejos, el pueblo escuchaba los ruidos asustadores.

Más pobre Xangô, la suerte le fue ingrata. En uno de aquellos ejercicios con la nueva arma, el Obá erró la puntería e incendió su propio palacio. Del palacio, el fuego se propagó de tejado en tejado, quemando todas las casas de la ciudad. En minutos, la orgullosa ciudad de Oyó se transformó en cenizas.

Pasado el incendio, los consejeros del reinos e reunieron y enviaron al ministro Gbaca, uno de los más valientes generales del reino, para destituir a Xangó.
Gbaca llamó a Xangô a la lucha y lo venció, lo humilló echándolo de la ciudad.

Para mantenerse digno, Xangô fue obligado a cometer suicidio. Esa era la costumbre antigua. Si una desgracia se abatía sobre el reino, el rey era siempre considerado culpable. Los ministros le retiraban la corona y lo obligaban a suicidarse.

Cumplida la sentencia impuesta por la tradición, Xangô se retiró para la floresta y se ahorcó en un árbol.

"Obá so!", "Obá so!"
"O reí ahorcó! corrió la noticia.

Mas nadie encontró su cuerpo y luego corrió la noticia, alimentada con fervor por
Sus partidarios, que Xangô se había transformado en un Orixá.

El rey se había ido para el Orum, el cielo de los Orixás.

Por todas partes del imperio los seguidores de Xangô proclamaban:

"Obá ko so ¡!!!Que quiere decir:

“El rey no se ahorcó”

"Obá ko so!", "Obá ko so!”

Desde entonces, cuando el trueno y el relámpago rasgan el cielo, los sacerdotes de Xangô entonan:

"Obá ko so! Obá Kossô!"

"El Rey no se ahorcó”!!!!!!!!

(Cf. Prandi, Mitologia dos orixás.)

Así narran los mitos, y la muerte de Xangô es la afirmación de las antiguas costumbres africanas. Su muerte habría sido injusta y por eso el Orum lo acogió como inmortal. La expresión “Obá Ko so” es evidentemente dudosa. Tanto puede significar “Rey de la ciudad de Coso” , lo que de hecho Xangô era, como “El Rey no se ahorcó”, frase que podría ser traducida también como “ El Rey vive” o “Viva el rey”, forma que es más común en nuestra tradición occidental.

La versión verdadera no importa: divinizado, transformado en Orixá, el Obá Xangô, el Alafin de Oyó, alcanzó la inmortalidad, dejó de ser humano, se transformó en dios. “Obá Coso”, “Viva el rey”, es la formula por la cual hasta hoy, en todos los templos de Orixás, es glorificado el nombre de Xangô, el Rey de Oyó, el Orixá del trueno, señor de la justicia.

De todos los Orixás que marcan la saga de la ciudad de Oyó, ninguno fue más reverenciado que Xangô, mismo cuando oyó pasó apenas a ser un símbolo esfumado en la memoria de los actuales seguidores de las religiones de los Orixás, desparramados en los mas diferentes países de la diáspora africana, del lado de acá y del otro lado del océano.

Reginaldo Prandi:
Profesor Titular de Sociologia da Universidade de São Paulo, é autor de Os candomblés de São Paulo (1991), Herdeiras do axé (1996), Mitologia dos orixás (2000), Encantaria brasileira (organizador, 2001), Segredos guardados (2005), e dos infanto-juvenis Os príncipes do destino (2001), Ifá, o Adivinho (2002), Xangô, o Trovão (2003), Oxumarê, o Arco-Íris (2005), Minha querida assombração (2003), entre outros livros.

martes, 5 de febrero de 2008

de todo un poco

 
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